viernes, 27 de febrero de 2009


¿No os pasa que un día cualquiera, sin motivo aparente, te acuerdas mucho de alguien?
Es como si tuviérais que decirle algo muy importante pero no sabes qué es. Y de repente, cuando han pasado los días, te acuerdas de qué tenías que decirle.

Hola, quedamos para unas cervezas?

Y a lo mejor no se puede ese día, o resulta que surge algo que hace cancelar el plan, pero te quedas en la cabeza con la idea dando vueltas como un hámster en su rueda. Así días y días se te va acumulando el no tener nada que decir, y es bueno, porque eso significa que quieres ver a esa persona por el mero hecho de verla, no por tener nada especial que contarle. Hasta que de repente un día el hámster se cae porque un cabrón le ha puesto un palito para trabarle la rueda, o te vuela la parte del cerebro que te hacía compensar tu vida hasta ahora, y de repente coger el teléfono y marcar no es tan fácil. No salen las palabras y se te queda todo dentro, hasta que se pasa como una varicela mal curada y en el futuro puedas volver a llamar.

Hola, quedamos para unas cervezas?